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viernes, 30 de abril de 2010




Qué grande es Antony Hegarty.



Vuelve a hacer frío en la ciudad. Dejamos atrás los goterones de sudor por la espalda, el temor al sol, los 37 grados que nos acosaban hace unos días. Tengo mil cosas que hacer para la carrera en un tiempo exageradamente corto, pero aún así, hoy estoy animado. Los días grises y oscuros son buenos días para mí.


"Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días
llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer,
donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas. Ahora bien, conmigo se da el
caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta
semisatisfacción, que al poco tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y
tengo que refugiarme desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de
los placeres y también por necesidad por el camino de los dolores. Cuando he estado
una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de
los llamados días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan
doloroso y de miseria, que al dormecino dios de la semisatisfacción le tiraría a la cara
satisfecha la mohosa lira de la gratitud, y más me gusta sentir dentro de mí arder un
dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces se
inflama en mi interior un fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes, una rabia de
esta vida degradada, superficial, esterilizada y sujeta a normas, un deseo frenético de
hacer polvo alguna cosa, por ejemplo, unos grandes almacenes o una catedral, o a mí
mismo, de cometer temerarias idioteces, de arrancar la peluca a un par de ídolos
generalmente respetados, de equipar a un par de muchachos rebeldes con el soñado
billete para Hamburgo, de seducir a una jovencita o retorcer el pescuezo a varios
representantes del orden social burgués."


El lobo estepario - Herman Hesse


Este libro siempre le cambia a uno.

David (En clase de análisis gráfico)

domingo, 25 de abril de 2010





What can I do?


I'm not ok. Y pienso que tengo que hacer algo al respecto. Pero sabéis que nada depende de mí.

¿Cómo arreglar el caos del cosmos, si solo soy un terrícola perdido en la imensidad?


David

martes, 13 de abril de 2010

Pintadas en Arroyo.


Tal vez no sean unos graffitis muy trabajados, de esos que luego salen en reportajes de la tele y en revistas de arte; pero el espíritu es lo que cuenta. Da gusto encontrarse pintadas así por donde vive una. ¡¡Quien tomara unas cañas con estos grafiteros!!

Patri

P.D. David, no tengas en cuenta la calidad de las fotos. La primera la hice desde una mediana aparcando el coche en la parada de un bus, y la segunda cuando ya no quedaba apenas luz desde una ventana :-(







"LEE Y LUCHA"




¡¡¡A la entrada de un instituto de secundaria!!!













"3ª REPÚBLICA YA"


(en un aparcamiento del centro)

domingo, 11 de abril de 2010

Va por tí, Robles.




Para que luego te me quejes y me llames abandonao.






Siendo tan eterno este momento, ¿cómo me voy a querer morir?

jueves, 8 de abril de 2010

El poema:

Tu y yo, un coche y un asiento de cuero abatido,
no le pido mas a un sabado aburrido de un invierno lluvioso,
tal vez la impureza del tacto,
un suspiro, un gemido furtivo,
tu pelo negro rozando mis labios,
un cigarro que se consume solo, olvidado,
y la huella alargada de tu mano sobre el cristal empañado,
un ultimo aliento,
hoy me conformo con otra cerveza y me voy a la cama...
Sami

miércoles, 7 de abril de 2010

Algo hizo ¡crack!


Y de tan roto que estaba, volvió a sentirse recompuesto.


:)


David

domingo, 4 de abril de 2010

No creer en la gente.

Ya he perdido la cuenta del número de personas que he perdido. Hoy ha sido una más, que no será la última.


Y supongo, ya que no me queda pensar otra cosa, que en todos los casos la culpa ha sido mía.




En realidad no soy misántropo. Sólo odio a un solo hombre. A mí.



¿Y eso cómo se cura? Cierta persona, hace años, me mató. Desde entonces, sigo muerto para mí, y no puedo levantarme de nuevo. Entonces, ¿he de esperar que me revivan?


david

Creer en la gente.

   Ayer tarde mi crío me llamó por teléfono y me pidió llorando que fuera con él. Arranqué el coche con un nudo en el estómago y una mirada de cansancio tras una semana de sinsentido e incomprensión. A los diez minutos estaba atascada en un embotellamiento causado por el volumen de coches accediendo a un macrocentro comercial del extrarradio. Hacía sólo un ratito le había estado comentando a un amigo que qué pena que la gente ya no vaya los fines de semana al campo, como hace veinte años, con los tuppers llenos de tortilla de papas y filete empanao; que la gente tiene que consumir por cojones en su tiempo libre: pagar ropa, pasear la ropa, pagar el restaurante o el fast food, pagar la peli que todo el mundo tiene que ver para no quedarse fuera, pagar mil objetos innecesarios que se crucen en su camino. Y allí estaban todos, acudiendo como borregos a pastar a su prado consumista. Y mientras mi coche sin moverse apenas y mi crío a treinta kilómetros de allí sin entender porque su madre no estaba ya a su lado.
  Pasada la salida del centro comercial el tráfico perdió algo de su densidad. Desgraciadamente, unos kilómetros después aquello dejaba de ser fluido: la gente que no había optado por la tarde de sábado en el centro comercial había elegido pasarla viendo tronos en la capital. Mi anticlericalismo se intensificó. El problema es que, aunque yo no tenía que entrar en Málaga, sí tenía que salir por ese acceso. Y eso significa, como sabe todo el que conozca esa carretera, pasar tres carriles a la derecha en un tramo en el que incluso se cruza gente de la derecha que ha de pasar esos mismos carriles a la izquierda si quiere ir dirección Granada o Córdoba (recuerdo que mi padre, gaditano, la primera vez que condujo aquí dijo que esos tramos debían de ser provisionales, jajaja, no podía creerse aquel trazado de locos). En definitiva, que cuando el tráfico es el que había ayer, la cosa dista mucho de ser fácil. Llegó un momento en que incluso tuve que dar un volantazo y volver a mi carril porque el cabrón que venía por mi derecha no sólo no redujo velocidad sino que aceleró cuando vio mi intento.
   Y entonces me sucedió algo que jamás me había ocurrido en nueve años de conducción. El coche que iba tras de mí, que obviamente había visto mis intentos desesperados, consiguió cambiarse a ese carril, frenó y me dio un claxonazo para que yo pasara delante de él. Lo hice y levanté una mano agradecida ante el espejo retrovisor. Él volvió a su carril y sólo atiné a ver de soslayo una cabeza cana, un par de gafas redondas y una matrícula extranjera en aquel coche gris antes de que se perdiese en el tráfico.
Sentí una sensación agradable, reconfortante, dentro de mí. Sonreí dulcemente y pensé: "Coño, todavía hay mucha gente por ahí que merece la pena".

Patri.




Grito y angustia y desesperación y ansiedad.

¿Quién sino David?

viernes, 2 de abril de 2010

Centenario de Miguel Hernández.

   De lo del puñetero centenario del Quijote se enteró to quisqui. Vete a saber cuántos van a saber que este año se celebra el centenario del nacimiento de uno de los más grandes poetas de toda la Literatura Universal: Miguel Hernández. Mi humilde homenaje en estas páginas es colgaros su "Elegía a Ramón Sijé" cantada por Serrat, que sin duda hizo un trabajo increíble al darle música. Yo seré una sensiblona sin remedio, pero sigo emocionándome cuando la escucho.
Patricia

"Elegía a Ramón Sijé"


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


(El rayo que no cesa, Miguel Hernández)

jueves, 1 de abril de 2010

Y ahora que opine Holden...

   Eso es lo malo. Que no hay forma de dar con un sitio tranquilo y bonito de verdad porque no existe. Puedes creer que existe, pero una vez que llegas allí, cuando no estás mirando, alguien se cuela y escribe "Que te jodan" delante de tus narices. Prueben y verán. Creo que si algún día me muero y me meten en un cementerio y me ponen encima una lápida que diga Holden Caulfield y el año en que nací y el año de mi muerte, alguien escribirá debajo "Que te jodan".
   De hecho, estoy seguro.

(El guardián entre el centeno, J. D. Salinger)