Si quieres participar en el blog, envía tu texto a la dirección miytucorreo.escribetutambien@blogger.com , y tras una revisión de alguno de los creadores, aparecerá junto con el resto.

sábado, 27 de febrero de 2010

Varias veces paseando por Sevilla los ví, y no me lo podía creer.




Sinceramente, no sé bien cómo tomármelo. Si pensar de ellos como humoristas, o como caraduras. Son una sátira de ellos mismos. Pero precisamente por eso, pueden hacer daño a las personas que están en su situación y no se atreven a decirlo.

La verdad, el tema de la pobreza y los vagabundos es bastante espinoso. Y la verdad, me duele demasiado la cabeza como para divagar siquiera un poco sobre ellos. Hoy no estoy inspirado, no entiendo qué me pasa.

Aunque yo prefiero los anarcoguiris de Patricia, la verdad.

martes, 23 de febrero de 2010



Vale, no lo voy a negar. He estado unos cuatro días tarareando esta canción sin parar. Y por ello creo que merece el honor de pasar a la posteridad en este nuestro rincón.


Y ahora, a seguir proyectando cubiertas y a continuar haciendo cambios de planos,

David

jueves, 18 de febrero de 2010

Mis mejores intenciones.




Porque a veces el resentimiento es la única salida.

Porque hay cosas que no se olvidan.

Porque necesito despojarme de una vez de los malos recuerdos, que me siguen persiguiendo.

Porque no sé cómo borrar parte de mi vida, que aunque no me arrepienta de lo que hice, sí sé que fue innecesario.

Y porque me encanta esta canción, y este cantante.

 Andrés Lewin, si lees esto, por favor, ponte en contacto conmigo, que tengo un anillo de compromiso esperándote.

martes, 16 de febrero de 2010

El texto sentido: Guía del autoestopista galáctico.

Hacía años que no me reía tanto con un libro; es delirante. Aún voy por la página ochenta, pero no me resisto a pasaros un fragmento.
Patricia

El pez Babel es pequeño, amarillo, parece una sanguijuela y es la criatura más rara del Universo. Se alimenta de la energía de las ondas cerebrales que recibe no del que lo lleva, sino de los que están a su alrededor. Absorbe todas las frecuencias mentales inconscientes de dicha energía de las ondas cerebrales para nutrirse de ellas. Entonces, excreta en la mente del que lo lleva una matriz telepática formada de la combinación de las frecuencias del pensamiento consciente con señales nerviosas obtenidas de los centros del lenguaje del cerebro que las ha suministrado.
El resultado práctico de todo esto, es que si uno se introduce un pez Babel en el oído, puede entender al instante todo lo que se diga en cualquier lenguaje.
Las formas lingüísticas que se oyen en realidad, descifran la matriz de la onda cerebral introducida en la mente por el pez Babel.
»Pero es una coincidencia extrañamente improbable el hecho de que algo tan impresionantemente útil pueda haber evolucionado por pura casualidad, y algunos pensadores han decidido considerarlo como la prueba definitiva e irrefutable de la no existencia de Dios.
»Su argumento es más o menos el siguiente: «Me niego a demostrar que existo», dice Dios, «porque la demostración anula la fe, y sin fe no soy nada».
«Pero», dice el hombre, «el pez Babel es una revelación brusca, ¿no es así? No puede haber evolucionado al azar. Demuestra que existes, y por lo tanto, según tus propios argumentos, Tu no. Quod erat demonstrandum».
« ¡Válgame Dios!», dice Dios, «no había pensado en eso», y súbitamente desaparece en un soplo de lógica.
«Bueno, eso era fácil», dice el hombre, que vuelve a hacer lo mismo para demostrar que lo negro es blanco y resulta muerto al cruzar el siguiente paso cebra.
»La mayoría de los principales teólogos afirma que tal argumento es un montón de patrañas, pero eso no impidió que Oolon Colluphid hiciese una pequeña fortuna al utilizarlo como tema central de su libro Todo lo que le hace callar a Dios, que fue un éxito de ventas.
»Entretanto, el pobre pez Babel, al derribar eficazmente todas las barreras de comunicación entre las diferentes razas y culturas, ha producido más guerras y más sangre que ninguna otra cosa en la historia de la creación.»


(Guía del autoestopista galáctico, D. Adams)

sábado, 13 de febrero de 2010

El texto sentido: Kavafis.

El viejo


En una esquina del café sonoro de murmullos confusos
un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.
Y en el ocaso de su miserable senectud
piensa cuán poco gozó en los años)
cuando tuvo la fuerza y el verbo y la belleza.

Sabe que está muy viejo, y lo siente, y lo ve.
Y, sin embargo, le parece que la juventud
fue ayer. ¡Corto intervalo, corto!

Y piensa en qué forma lo embaucó la prudencia,
cómo de ella se fió y qué locura
cuando la engañadora le decía: «Mañana.
Tienes todo tu tiempo».

Se acuerda de los impulsos que detuvo y cuántas
delicias sacrificó. Ocasiones perdidas
que burla ahora su prudencia insensata.

...A fuerza de rumiar pensamientos y recuerdos
el vértigo lo invade. Y se duerme
inclinado sobre la mesa del café.

viernes, 12 de febrero de 2010

¡Y vamos por la cuarta!

¡¿POR QUÉ COÑO SIEMPRE LLUEVE CUANDO TENGO LA ROPA TENDIDA?!

Amaneció soleado, como el resto de la semana, y pensé que ya tenía que aprovecharlo para poner a lava la ropa acumulada.

 ¡JÁ!

 Ahora llueve a mares sobre mis preciosas camisas y pantalones.


Uno de tantos pormenores del amo de casa principiante.

miércoles, 10 de febrero de 2010

El texto sentido.


Walking Around


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.



____________________________________
Huele a desesperación.

Aunque sé que sólo lo leerá Patricia, y a ella precisamente no hay nada que yo le pueda descubrir.

David

lunes, 8 de febrero de 2010

martes, 2 de febrero de 2010

Non Sense Woman memories.

Una profesora de guardia entra en un aula. Deja ostentosamente un talonario de partes en el borde de la mesa sin pronunciar una palabra; los alumnos, algo revoltosos hasta el momento, se sosiegan inmediatamente y abren -algunos- sus cuadernos para trabajar. La profesora se sienta ante su mesa y abre un libro; son las cartas de Emily Dickinson, poeta estadounidense del XIX.

ALUMNA 1: (dirigiéndose a su compañera mientras escriben en sus cuadernos) Pues esta tarde no puedo salir porque mi madre me ha castigado.
ALUMNA 2: ¿Eso por qué?
ALUMNA 1: Nah, que ayer la llamé hija de puta (con naturalidad).

La profesora escucha sin levantar la vista de su libro. "Una carta siempre se me hace como la inmortalidad, porque es la mente sola sin amigo corpóreo.", lee; dobla la esquina de la página, la frase le parece muy hermosa y le hace recordar a un amigo suyo que le escribe cartas desde hace años en las que su espíritu y su sentir llena cada folio. Sonríe con dulzura.

ALUMNA 1: (dirigiéndose a otro compañero) Pues a ti como te pongan otro parte te echan.
ALUMNO: (estirando las piernas y colocando una sobre la silla de delante) Me da igual.
PROFESORA: El pie, por favor.
(El alumno se sienta adecuadamente)
ALUMNA 1: Pues te van a meter en un internado.
ALUMNO: Pues que me metan. Mejor que aquí...
ALUMNA 1: Sí, eso decía mi hermano, pero ahora na más quiere que lo saquen de allí, que es horroroso.
ALUMNO: Eso cuando llegue les doy a tós una buena paliza y en un mes me tienen respeto.

La profesora pasa una página. "Si leo un libro y se me enfría tanto el cuerpo que ningún fuego puede calentarme, sé que eso es poesía. Si tengo la sensación física de que se me vuela la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Si tengo la sensación física de que se me vuela la tapa de los sesos, sé que eso es poesía." La profesora asiente y por un momento contempla la idea de leérselo a sus alumnos de bachillerato con los que acaba de empezar a estudiar la Literatura; lo descarta de inmediato.

PROFESORA: (a Alumno) Por favor, quita los pies de la silla de tu compañera, que la estás molestando.

Entra otra profesora de guardia a darle el relevo a la primera. Ha transcurrido media hora. La profesora se levanta.

PROFESORA: (señalando el talonario de partes sobre la mesa) Ahí te dejo eso, por si lo necesitas.

La profesora abandona el aula con el libro bajo el brazo. Entra en la sala de profesores y se sienta en la mesa-camilla. Abre el libro y retoma su lectura.

Patricia.






Hoy he suspendido el primer examen.

Esta mañana al levantarme ya lloré lo suficiente por la pena que me iba a causar. El remordimiento lo tuve antes de cometer el pecado. Porque sabía que iba a suspender.

Porque es el primer examen al que me presento sin estudiar. Siendo un examen de una asignatura cuatrimestral. Estando en la carrera.

No quería estudiar. El jueves tengo otro complejo examen, con muchísima materia. Y lo lógico habría sido estudiar nada más llegar a casa. Pues llevo tres horas en mi cuarto mirando a la pared. Escuchando a Violeta Parra. Pero no quiero volver a los 17. Quiero irme a los 7. La inocencia es feliz. ¿Llegué a ser inocente? Me da por creer que no.


Pienso: No has estudiado porque no has querido. Pero sigo pensando: ¿por qué no has querido?. Porque no acompaña el espíritu, sinceramente. No estoy motivado. Continúo divagando, y llego a la conclusión de que no estudio porque no me motiva nada a hacerlo.

Y eso no me parece razón suficiente. A otra persona le habría llamado cobarde, débil. Y a duras penas me lo designo a mí mismo: qué cobarde, qué débil eres, David. Que has dejado que te influya todo, que te condicione el exterior y tu interior, porque tú mismo te has impedido estudiar. El examen estaba tiradísimo, podrías haberlo hecho genial, fantástico. Pero no quisiste.

Tengo miedo de abandonarme, ¿sabéis?. Ese es uno de mis miedos. Que todo me dé igual. Que la pasividad se apodere de mí. Convertirme en una masa inerte, inerme. Dejarme llevar.

Dejarse llevar es bueno. 



Después de salir del examen, una hora antes, y con los ojos hinchados, deambulé por las calles. Frío en las manos, el característico temblor de mis piernas cuando estoy al límite, escalofríos por la espalda, los labios mordidos, los ojos abiertos, pero que no son capaces de reconocer ninguna cara. Di un paso tras otro observando el movimiento de mis pies, y me encontré con un viejo señor de largos pelos rizados vendiendo libros en el suelo. Me dije que le compraría uno, siempre lo veía y jamás me decidía. Tras meditarlo mucho, opté por uno de Larra. No voy a decir que me acordé de su trágico final.. Resultaron ser sus artículos, así que estuvo bien, después de todo. Me senté en un banco cualquiera de la gran avenida de la Palmera. Porque me dio la gana. Una señora, tras las pocas páginas, se me acercó. Quería saber donde estaba cierta clínica. Vio que estaba leyendo, e inició una conversación (más bien, monólogo egoísta) que duró cerca de media hora. Lo disfruté en ese momento. La señora despertaba una vivacidad impresionante. Mujer gitana, nacida en un pobladillo, curtida en mil batallas por las que desprendia su experiencia. Charlatana y sevillana como ninguna. Me alegré de haberme dejado llevar. 




Pero dejarse llevar es malo. Es malo si no eres responsable. Es malo porque dejas de hacer todo lo que DEBES hacer.

Y a mí ahora me da todo igual. 



No es por el examen, ya habrá más convocatorias.

No es por la falta del amor, no.

Tampoco lo es por los temas familiares, que me duelen mucho.

Ni son las extrañas circunstancias que he tenido que pasar en estos últimos meses, haciendo referencia directa a la pérdida de gran parte de mí.


Soy yo, y lo que soy: mis vivencias, mi recuerdo.

De una mina de carbón no podrás sacar oro. No hay otra cosa depositada allí que el negro carburante.



Sólo pienso en el día en el que todo salga ardiendo. Y volver a sedimentar sobre terreno yermo.