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lunes, 14 de diciembre de 2009

Consumismo.


  La semana pasada Jo (anarcoguiri girl) me explicó que toda su ropa procedía de restos de stock del mercadillo. Por lo visto, cuando desmontan un mercadillo de esos que levantan en nuestros pueblos una o dos veces en semana, dejan los comerciantes decenas de cajas con aquello que no han vendido y no creen que vayan ya a vender. Las dejan allí tiradas, como si de basura se tratase, en la explanada donde levantaron sus puestos; antes de que vengan los basureros municipales a hacer limpieza, gente como Jo, que no puede gastar su dinero en nada que no sea lo imprescindible, se acerca a buscar en las cajas aquellas prendas que les puedan servir. Jo iba vestida impecablemente y con el estilo juvenil que le caracteriza: pañuelo florido en la cabeza, unos pantalones de esos repletos de bolsillos, una sudadera  roja con un dibujo muy alegre y un chaleco sin mangas encima. "Todo limpio", me dijo, "todo nuevo"; todo desecho del mercadillo. Lo que no quiere la gente... ¿por qué? Tal vez porque no sea de marca, o no esté a la última moda o... qué sé yo.
Me quedé francamente sorprendida. Nos gastamos cientos de euros cada temporada en ropa simplemente porque es la que se lleva ahora, o porque sólo tenemos una docena de jerseys en el armario y de color magenta no? Y se tira ropa, ropa nueva y bonita y abrigada... cuando hay gente que no tiene qué ponerse.
Afortunadamente hay gente como Jo -pocas, pa qué nos vamos a engañar. También me habló la semana pasada del trueque. En Coín se reúnen todas las semanas un grupo cada vez más numeroso de gente que viven la vida de otra manera -porque de otra manera la sienten (¿conocéis esa frase de Bakunin que advierte de que vivas según piensas o terminarás pensando según vives...?). Organizan danzas, talleres, yoga, etc... todo de manera gratuita y también un mercaíllo donde no se usa otra moneda que el trueque. Jo me explicó que ella había hecho un montón de galletas (me trajo una bolsita y estaban buenísimas) y aceite de algunas de las aceitunas que recogieron en la cosecha y que había envasado; las había cambiado por pan casero, por leche y huevos. ¡Qué maravilla!

  ¡¡Señores, una nueva sociedad utópica se está gestando en Coín!! Algunos, guiris y foráneos, le están plantando cara al furor capitalista; humildemente, sin pretensiones, pero con coherencia y una pizca de idealismo. Estoy invitada y tengo ganas de ir pero... ¿qué podría aportar yo?

Patricia


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