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lunes, 7 de diciembre de 2009

De la soledad y otros demonios.

 A veces una necesidad abrumadora de compañía nos invade sin avisar y nos lanzamos a la ventana más próxima gritando "¿¡Hay alguien ahí?! No somos nada exigentes entonces, sólo buscamos una sonrisa, un par de ojos y unas palabras que llenen ese espacio a nuestro alrededor que de repente se nos hizo insoportablemente vacío. Son momentos peligrosos esos. Porque la compañía como la soledad debiera ser siempre escogida, ¿o tal vez no?
La soledad que nos costó lograr, porque tuvimos que apartar con el más terrible de los machetes incluso a la gente que más queremos para conseguirla, es, al igual que la compañía que más dificultad nos planteó conseguir, la que más valoramos y disfrutamos. Pero la otra soledad, aquella que un buen día se abre bajo tus pies y amenaza con tragarte de un bocado para luego escupir tus huesos, esa... esa es tan peligrosa como la mala compañía.
Pienso que lo más astuto es buscar armas para enfrentarla; no huirle nunca; jamás esconderla bajo la alfombra -y llámese alfombra cualquier salida inapetente con los primeros que se terciaron. Enfrentarla contigo mismo. Porque uno es siempre la mejor ayuda; y uno es siempre mucho más fuerte y valiente de lo que creyó en un principio. Creo que ninguna fuerza sorprende tanto como la propia, sí, estoy segura de ello. Tampoco está mal enseñarle a la soledad, como el que no quiere la cosa, un par de amigos que se esconden como ases bajo tu manga; pero no hace falta lanzárselos a la cara, ¿eh?, sólo mostrárselos sutilmente, con serena confianza.
 Pero no soy yo quien para sermonear, que bien sufrí en mis carnes a esta puñetera. No confundir, por cierto, a esta individua con su hermana mutada: la ausencia. Pero eso da para otro capítulo.

Patricia.

1 comentario:

  1. Jamás esconderla bajo la alfombra... tardé mucho en aprender eso. Lamentablemente, hay todavía mucha gente que sigue engañada.

    La soledad no es estar solo, es sentirte solo, en cualquier sitio. Y como dices, lo mejor para sentirse acompañado es uno mismo.

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