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lunes, 30 de noviembre de 2009

Esos maravillosos anarcoguiris...

Hace cosa de un mes Jo me dijo que regresaban. "No work, no money", sentenció llanamente intentando forzar una sonrisa. Eso nunca les había supuesto ningún impedimento, pero ahora ella está embarazada.
Me lo comunicó en español; con su encantador acento me brindó este verano un "Estoy em-ba-ra-za-da"; ¡qué abrazo nos dimos! Tenían mil ilusiones: vender el coche, comprar una autocaravana, irse a vivir a un terreno en Benahavís de otro guiri que no tenía pasta para construir... y criar a su hijo LIBRE, así, con mayúsculas. Yo estaba tan ilusionada como ella, me sentía una privilegiada pudiendo ser testigo de un proyecto tan inmenso, tan grande, tan...
Pero el verano pasó y los turistas se fueron y Alex se quedó sin trabajo y llegó setiembre y Jo vio desaparecer todos sus alumnos particulares (salvo una servidora, claro, que volvió a suspender). Y la noche de un cinco de noviembre los dos se encontraron pasando frío en el coche, y el crío por nacer allí entre ellos, presente, llenando todo con su presencia. Y pensaron que en Inglaterra, en su Inglaterra, aquella era la noche de Guy Fawkes, en la que se celebra el intento de atentado contra las Casas del Parlamento con grandes y alegres hogueras en todos los pueblos... y ellos allí, solos, pasando frío. Y se rindieron.
La madre de Alex les había buscado un trabajo allí en su país, me dijo, y venía a por ellos para llevárselos de vuelta. No pude evitar emocionarme y Jo conmigo. Lo sentía una derrota casi personal, y, sin embargo, era lo único razonable, porque hablábamos de una embarazada y de la crianza posterior de un niño. Así que decidimos que no más clases, que la próxima vez quedaríamos para despedirnos con unas cañas. Así que encargué el libro On the road, de Kerouac como regalo de despedida (sí, ya veis, que me repito en el regalar; en realidad, marco el territorio: ¿tiene un libro dedicado por mí? pues es amigo mío). Y, sin embargo...
La semana pasada nos vimos para esa prometida cerveza en nuestro lugar de siempre: el café del parque. Me sorprendió que Alex no estuviera y aún más cuando me dijo Jo que estaba trabajando en el mercaillo (los miércoles hay uno allí al lado), pero lo que vino después aún me dejó más patidifusa. ¡¡No se iban!! ¡¡Se quedan!! Y lo que viene a continuación, a pesar de lo rocambolesco, os juro que es absolutamente verdadero. Resulta que, en sus clases de yoga en Coín, otros guiris le comentaron que había una pareja británica que tiene un buen terreno de olivos en Alozaina y se dedican a exportar el aceite por diferentes países europeos; les va muy bien, pero están continuamente de viaje, así que necesitan que alguien esté allí todo el año cuidando de sus olivos. Habían pensado en ellos. Les ofrecían un alojamiento muy especial... ¿habéis visto alguna vez esas curiosas tiendas de campañas circulares que tienen los mongoles? Sí, esas enormes blancas, pues en una de esas viven ahora mis queridos anarcoguiris. Tendríais que escuchar a Jo, te la describe como si fuese el Ritz ("¡tiene unas camas muy cómodas!", dice, "y una estufa que lo calienta todo y expulsa el humo al exterior"). Además, han disfrutado intensamente de varear olivos y de catar aceite de oliva... qué par tan genial.
Pero no acaba aquí la cosa, Jo estaba muy contenta porque le han salido cinco alumnos más y tiene el jueves repleto (que es el día que bajan a la costa); necesitan trabajar pensando en el niño que llegará en mayo. Y, sin embargo, a pesar de ello, va Jo y me dice que lo han estado hablando y ¡que no quieren cobrarme las clases! Que yo soy "so lovely" (¡chiquillos, me han dicho muchas cosas, pero lovely jamás!) y que "you're my friend" y que basta con que le pague la tapa de tortilla y el café... Por supuesto, me he negado, pero quiere ahorrar el dinero, entonces, y que nos lo gastemos todo emborrachándonos cuando yo apruebe el inglés, ja, ja, ja.

¡¡Os quiero, anarcoguiris!!

Patri.






1 comentario:

  1. Waw
    Como dices, es una suerte conocer a personajes así. No pasarán a la historia universal, pero su historia personal sí es merecedora de los mayores galardones.
    Y también es una suerte poder seguir tus sueños gracias a la ayuda de la fortuna.

    Me alegro por ellos, y por tí, porque te alegras de su dicha ^^

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