Si quieres participar en el blog, envía tu texto a la dirección miytucorreo.escribetutambien@blogger.com , y tras una revisión de alguno de los creadores, aparecerá junto con el resto.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Volviendo atrás.

Hoy volví a tener entre mis manos el precioso reproductor mp4 que hace dos años me comprara por estas fechas. El primer capricho que me pagase con mi propio dinero. 100 euros, por 1 Giga de capacidad, pero un diseño bastante elegante. Lo utilicé nada más que para almacenar música clásica, a mis cantautores preferidos, mis temas más sentimentaloides... en general, toda aquella música que, por una extraña vergüenza por salirse de lo "normal", prefería mantener oculta en un dispositivo que nadie conocía. Para los amigos ya tenía un pequeño iPod, más accesible. Pero cierto día desapareció, y lo eché mucho de menos.

Me acordaba muchas veces de mi querido mp4, el primer objeto realmente mío. Le cojo mucho aprecio a las cosas materiales, lloré más por perder algunos objetos que por la muerte de un familiar cercano.No podría decir por qué. Quizás porque he vivido momentos inolvidables escuchando música con mis cascos, llevando una chaqueta especial o con unas zapatillas determinadas, lo que hace que inevitablemente relacione muchos objetos de mi alrededor con sensaciones pasadas. Este reproductor me acompañó en mis soledades, cuando necesitaba paz, cuando un piano me transmitía todo lo que ninguna voz era capaz de expresar.

Hoy, mientras hacía la cena, me puse a ver las fotos que también tenía almacenadas. Todas eran suyas. En el cristal del baño, con la hermana, con un amigo, de cualquier manera, siempre estaba en todas. Me embargó una extraña sensación, algo en el estómago se truncó. Hizo "click" una pieza en mi engranaje cerebral.

Me he dormido muchas noches viendo las mismas fotos. En momento, eso era lo máximo que podía hacer, una verdadera pena. Sólo besar una pantalla. Ahora, no puedo ni eso. Antes soñaba y soñaba, esperanzado, me ilusionaba, fantaseaba. Ya esos momentos apenas los recuerdo como una anécdota pasada, difusa. No sé si soy yo el que sentía tanto, o simplemente es todo una buena película que vi un domingo por la tarde, de aquellos de invierno, con tres envoltorios de polvorones sobre la mesa, acurrucado en el sofá. El recuerdo es borroso, fangoso. Y los sentimientos, amargamente ajenos. No somos la misma persona que fuimos ayer. El David de hace un año es un desconocido para mí.

Porque ahora me pregunto... ¿Para qué? ¿Para qué todo eso? ¿Para qué sentí tanto, amé, me esforcé, luché, deseé, me sacrifiqué, dí todo lo que tenía? Estaba marcando un hito en mi vida, haciendo mi historia, guiando mi futuro, construyéndome como persona. Mírate al espejo. Has vuelto al punto de partida. Sigues en la oficina de información al turista inocente, sin saber a dónde dirigirte. Ni sabes cómo has llegado a la casilla de salida. ¿Y todos esos pasos andados? ¿Y todas esas esperanzas puestas? ¿Dónde está la energía empleada si, según el principio de la conservación de la energía, siempre perdura, aunque manifestada de otra manera? Nada he recibido a cambio.


Sí, sí, si. Conocimiento, experiencias, sabiduría. En la teoría ya estoy sacando mis mejores notas. ¿Pero de qué sirve estudiarte el código de circulación si no sabes qué pedal pisar con el pie? El conocimiento no lo es todo. Sólo tiene validez la teoría cuando es empleada en la práctica. Entender sin ejecutar es una estupidez. Aprender es un esfuerzo, vano si no se utiliza después. Por ahora acumulo libros, estanterías, bibliotecas repletas de mi conocimiento que nadie se ocupará en leer.


Miro su foto, y aún queda un resquicio, una minúscula resquebrajadura en la cicatriz que deja pasar algunos fotones de todo lo que me había iluminado.


Esta noche, este momento, estas palabras, sólo serán rumores que, entre los rugidos del río, acudirán de vez en cuando a mi memoria en negras ondulaciones de una nostalgia repulsiva.

David.

1 comentario:

  1. Mierda, acabo de borrar toda una parrafada, aggg, con lo vaga que soy para reescribirla. A ver, intentaré sintetizar.

    No he contestado antes este post porque aun teniendo la respuesta a esas preguntas que formulas, me cuesta verbalizarla. Porque la respuesta está llena de impresiones y sensaciones, no de conceptos y hechos. Cuando uno deja atrás una experiencia ímportante -amorosa, ya que de ello hablamos-, uno no acumula unos megas más en el discoduro y ya está, no, uno Cambia. Uno deja atrás la piel vieja y gastada por una nueva tal vez menos brillante, pero sí más labrada, con más profusión de dibujos y marcas. Y eso es ser, crecer, vivir, sentir... Uno es más rico después de ello, uno aprende a sentirse más, a disfrutar de la propia observación del mundo y de la especie, de la propia introspección. Una vez te dije que no me gustaría ser la Patricia que fui con veinte años, no porque no aprovechara intensamente aquel momento, o porque despreciara a aquella veinteañera, sino, te dije, "porque me ha costado mucho ser quien ahora soy". Y aún dejaré otras pieles atrás, porque pienso seguir viviendo, Viviendo, y equivocándome, y sintiendo, e, inevitablemente, sufriendo.

    ResponderEliminar

¡Manifiéstenseee!