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martes, 29 de septiembre de 2009

Un monólogo egocéntrico-sentimentalista.





No he hecho nada en toda la tarde... Me siento irremediablemente culpable, sabiendo que podría haber aprovechado más el tiempo, emplearlo en una tarea más productiva que simplemente chatear por el msn, ver vídeos en internet, o leer. Eso sí, he estado un rato leyendo Los sufrimientos del joven Werther, y eso no lo veo del todo improductivo. Pero a parte de eso, nada más. No he salido a conocer mejor la nueva ciudad en la que resido, tampoco he revisado los apuntes de esta mañana, ni he limpiado a fondo mi cuarto, o he organizado la ropa, ni siquiera he tocado un poco la guitarra.


Es horrible la sensación que se te queda en el cuerpo después de haber malgastado el preciado tiempo que se nos ha dado. Una tarde es una tarde, sí, solo eso, en la inmensidad de tardes que habrá en mi vida. O quizás no tantas. Debí haber empleado mejor el tiempo. ¿O no?

Al fin y al cabo, no he salido a conocer la ciudad porque hace un día terriblemente triste. Antes, me gustaban los días grises, los apagados, en los que el sol poco salía entre las nubes, y el ambiente se llenaba de ese olor a lluvia, a tormenta, a tierra mojada, a oxígeno. Sin duda, se respiran mejor esos días, y me siento bien entonces. Quizás porque esa tétrica atmósfera se reflejaba con mi estado de ánimo. Soy una persona melancólica que sólo se siente a gusto en un entorno melancólico. Pero por lo visto, algo ha cambiado. Hoy el cielo se ha sepultado sobre las nubes, como también mi cabeza parece haber sido presionada por el gas. Respiro mejor, sí, pero no siento el sol en mi piel. Llevo dos días sin apreciar su calor, y me parecen un mes. Ahora me parece tan necesario, tan vital... No entiendo el por qué de este cambio. Quizás no se deba a nada en especial. Quizás sea porque sí, porque el cambio se había de dar.

Estoy a gusto, donde estoy. Por primera vez en mi vida, y en la circunstancia que menos imaginé. Totalmente solo, aislado del mundo. Viviendo con dos chicos prácticamente desconocidos con los que hay un contacto mínimo, suficiente para ponerse de acuerdo en las comidas. Sin la típica protección familiar, sin su compañía diaria, sin las divertidas charlas durante la comida hablando del telediario ni las broncas por no poner la mesa. También lejos de mis amigos, sin posibilidad de verlos en una urgencia determinada, con un apenas efectivo contacto ya ni siquiera diario. No hay nadie con el que charlar, nadie a quien comentarle nada, ni cómo está el tiempo, ni qué piensa de la catedral de Sevilla, o simplemente qué guapos que son los universitarios. Vivo asistiendo a unas clases como un ente cualquiera, indeterminado, uno más de la manada. Soy un individuo de tantos, que va a ocupar un asiento cualquiera en una de las muchas clases de cierta de las enormes facultades de la Universidad de Sevilla. En estos momentos, tan sólo soy un número, académicamente hablando. Y un viandante más de las 700.000 que hay en esta ciudad... tan sólo 10 veces más grande que Fuengirola, pero que te hace sentir 100 veces, o 1000, más pequeño.

Pero aún así, estoy bien. Estoy bien porque soy un actor extra, un simple figurante más que pasea entre la muchedumbre, pero por primera vez, y al mismo tiempo, soy el protagonista principal, el más importante, y sobre el que recae toda la acción. Para los demás, soy la hormiguita que va desde su colonia a buscar alimento, pero vuelve a las pocas horas. Pero para mí mismo, estoy en el centro de todo lo que ocurre. Es la primera vez en la que soy dueño de mis actos, y no me siento dirigido por lo que me pudieran decir mis padres, o mis amigos. Siento que estoy escribiendo mi propia historia. Que trazo palabra a palabra, frase a frase, párrafo a párrafo, iniciando el inmenso monólogo que desde ahora formará parte del gran libro, relato de mi vida. Volumen en el que se incluyen las experiencias, los sentimientos, los pensamientos y los conocimientos adquiridos a partir de todos ellos, y por último, siendo el mayor de los fines anhelados, la correcta aplicación de éstas técnicas para que la práctica de la vida resultase lo más "llevadera" posible. Pero no adelantemos acontecimientos, ni divaguemos sobre lo que aún no está escrito.

Estoy bien. Me siento libre. Estoy solo, muy solo, pero me siento con fuerzas. Todos aquellos fantasmas antes se presentaban demasiado vívidos. Llevo una semana aquí, y ni han dado señales de existencia. Es como si todo mi pasado se hubiera borrado. Al no haber nada ya anterior que me mortifique, y nada en esta nueva vida que me haga sentir mal, me encuentro en óptimas condiciones, que me habrían venido muy bien en otro momento. Pero lo pasado, pasado está, y hay que dejarlo allí. Así que no volveré a las penumbras del ayer a ver si sigue tan oscuro. Ésta es una oportunidad única para empezar desde cero, claramente, y reponer más fuerzas, aprovisionarme de más víveres, para la larga carrera (universitaria y vital) que aún me queda por delante. Podríamos decir que en estos instantes estoy parando en boxes. Desprendiéndome de la chatarra inservible y recogiendo el nuevo material a mi disposición.

O al menos, espero seguir con esa disposición mucho tiempo, y no volver a caer en la nefasta tentación del abandono al recuerdo.


Creo que ya me he extendido demasiado. Sepan disculpar que haya saltado de un derrotero a otro sin razón aparente. Pero es que en mi conciencia pesaba la desazón por tantas vueltas de manecilla en vano. Podríamos decir que esta ha sido una forma creativa de resarcirme, aunque quede insatisfecho con el resultado, literariamente hablando.

Y ahora, un regalito musical:





Doy las gracias a la persona que me regaló este pedazo de arte. Gracias por todo lo que me dió, cuando más lo necesitaba. Gracias por estar ahí tanto tiempo. Tranquilo, que tú no serás parte del desecho a olvidar. Sabes que siempre te tendré muy cerca.


David


1 comentario:

  1. Se me olvidó decirte antes un dato curioso: ¿recuerdas que te dije que tuve que tirar un cd de ópera porque me emocionaba demasiado? Pues el aria con el que culminaba era precisamente ésta y, por supuesto, cantada por Pavarotti (nadie la ha bordado como él).

    Por cierto, ¿por qué saldrá ahora la imagen de mi perfil cuando comento? No es que tenga ningún problema con ello, pues salgo realmente favorecida (los tres años fueron mi época de esplendor),pero algo debo de haber hecho para merecerlo.

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